jueves, 31 de enero de 2008

Edenes modernos

Edenes modernos



1.

El jardín estaba desierto. Al fondo sólo había un par de mesas blancas, algunas sillas plegables, y un ave sin jaula que parecía Quetzal. Y atrás de eso la casa enorme, toda rosa con vivos carmesí y bien conservada. Pero no había niños. Tampoco música, ni confetis. Joel se llevó el índice a la boca. Volvió a la calle, levantó la mirada y se aseguró que el número de la casa fuera el correcto, y lo era. De nuevo se llevó el índice a la boca. Ahí, a la mitad de un tianguis atestado de personas, no supo si marcharse o volver a entrar por la puerta que, como le habían dicho, halló abierta.

—¡Mira! ¡Mira mamá! —gritó un niño que iba de la mano de una señora que llevaba en su otra mano un costal de naranjas—. ¡Un payaso!

Joel no tenía la obligación, pero le sonrió al niño. La señora le sonrió a Joel, le dio las buenas tardes, y sin hacer otro comentario, y con la naturalidad de quien sabe a dónde se dirige, ingresó por el zaguán, con su hijo. Joel tuvo que hacerse a un lado para que pudieran pasar.

—¡Hey! ¡Señora! —gritó—. ¿A dónde va?

—Aquí es la fiesta —replicó—. Supongo que usted es el payaso.

La señora no le dio oportunidad de responder. Se fue hacia el fondo del jardín, arrastrando su costal de naranjas. El niño caminaba dando saltitos en el pasto. Joel los miraba desde la calle. Cuando estuvieron a un lado del ave sin jaula, ambos le acariciaron la cabeza. La señora, que abandonó su costal de naranjas encima de una mesa del fondo, abrió la puerta corrediza, de cristal opaco, e ingresaron a la casa. Después, desde el interior, se corrió la puerta cristalina. Rechinó lánguidamente. Un sonido como las patas de los ratones en salones vacíos.

Con la palma izquierda cubriéndole el rostro y la derecha recargada en su cintura, casi en una postura propia de su oficio, Joel se dispuso a averiguar dónde estaba la fiesta.



2.

La pecera se quebró y cientos de tortugas fueron a dar a la alfombra. El agua ensució los zapatos de charol del hombre que fumaba sentado en un taburete con la señal de la victoria metida en los orificios de la nariz. Joel se incorporó, y el hombre que fumaba vio su rostro hecho una mezcla asquerosa de maquillaje barato y sangre. Y es que es muy fácil tropezar, llevando el calzado maravilloso de los payasos, cuando se atraviesa en el camino el cuerpo desfallecido de alguien. Joel se acordaría siempre del crujir de los caparazones mientras intentó huir.


3.

Mirel también encontró la puerta abierta. Dejó una sandía a un costado del ave que parecía Quetzal, le acarició la cabeza, y tomó asiento en una silla a la cual tuvo que darle forma. Después la arrimó a una mesa y empezó a pelar una naranja. Así transcurrieron aproximadamente quince minutos. De vez en cuando se asomaba a la puerta de cristal, estirando su delgado cuello hacia los lados, pero el reflejo del medio día no daba lugar a ninguna imagen. De pronto se escuchó un rechinar. Mirel, distraída, se asomó de nuevo a la puerta, pero la gordura del hombre que cerraba la puerta dominó toda su visibilidad.

—¿Qué le ha pasado a tus zapatos?

—Nada.


4.

—¿Nosotros? —respondió la señora. Joel asintió—. Mire, si mi hijo se la pasa bien, yo me la paso bien.

Joel estaba descalzo. El niño jugaba con una pelota de tenis. La pelota rebotaba en el suelo, después en la pared, y regresaba a sus manos. La señora lo contemplaba. Le temblaban las piernas como si la orina le estuviera oprimiendo las entrañas.

—Por cierto —agregó la señora—. Cuando entró usted, ¿no se fijó si había una muchacha en el jardín? Agraciada, de mediana estatura.

—Había un muerto en el recibidor —contestó Joel.

—Sí, ¿pero vio a la muchacha?


5.

Un hombre obeso abrió la puerta del cuarto. El niño detuvo la pelota, la señora se puso de pie, y Joel apretó los puños. Les dio la espalda y se agachó como para cargar algo, empujando la puerta con su enorme trasero para que no se cerrara. Mirel lo llevaba de las muñecas y el hombre obeso de las piernas; lo botaron a dos metros del niño. Sobre el cuerpo pataleaban algunas tortugas.


6.

Usted creerá, jodido payaso, que somos una sarta de diabólicos. Pero no, confórmese con saber que todo se ha salido de control, o más bien, que las cosas no resultaron como hubiésemos querido. No se aterre, hombre. Mire al niño lo tranquilo que está. Mejor váyase, salga de aquí, de inmediato.


7.

El jardín era una fiesta. Había muchos niños, unos corriendo tras los otros, otros brincando sobre otros, y otros ocultos entre las piernas de sus madres gordas. Había series de globos adornando los muros del jardín, música de caramelos reventando oídos, vasos de refresco aplastados en el pasto, servidos en las mesas, inclinados en los labios; muchachas que no sabían cómo organizar un simple juego. Eran como cinco muchachas, probablemente madres jóvenes, adineradas, que sufrían calambres por las noches de tanto levantar la mano. Vestían pantalones ligeros, de colores tenues, blusas escotadas, collares discretos. Joel las miraba, inadvertido, parado justo en frente de la puerta de cristal opaco de la casa enorme. Acababa de correr la puerta, y ya había recuperado sus zapatos. El ave que parecía Quetzal se le acercó y comenzó a rodearlo.

—Llegó la solución —dijo una de las jóvenes—. Ahí está el payaso.

Joel fue e intercambió algunas palabras con ellas. Al parecer habían acordado algo, porque las jóvenes mujeres empezaron a llamar a gritos a todos los invitados: el espectáculo iba a comenzar.

—¡Quién quiere jugar con el payaso!

Y todos los niños respondieron yo.

Joel, turbado a lo sumo, no tuvo otra opción más que dar su función. Hizo perros y gatos y gansos y ratones de aire, espadas, aros y hasta mujeres. Hizo concursos. También hizo chistes para todos, para las gordas viejas y las delgadas jóvenes. Y se sintió tan bien como en todas las funciones anteriores que había dado desde su adolescencia, muy aliviado. Tan aliviado, que cuando vio al niño de la pelota y a la madre de las naranjas, tomados de las manos, saliendo cautelosos por el zaguán, no quiso sino continuar el espectáculo. Y cuando terminó, le ofrecieron una rebanada de sandía.

—Está fresca —le dijeron.



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8 comentarios:

Anónimo dijo...

He encontrado, sin embargo, un texto que pertenece, según Kin, a un escritor de otro foro (otro más) cuya lectura me ha resultado de lo más refrescante, bastante más de lo que he leído últimamente en los foros (que no es mucho, dicho sea de paso). Me agrada el vocabulario sencillo que usa este escritor y la construcción limpia de las frases. Me encanta leer sin que me expliquen qué quieren decirme a cada instante, y es así como veo esta prosa: las situaciones se suceden sin más, casi cinematográficamente, y el lector va armando sin darse cuenta (al menos yo) los detalles y el trasfondo holográfico de las escenas.

Un bocado exquisito este eden moderno.

(Extracto de un foro por el que ando)

Saludos,
Hank

Jesús Chárraga Escobar dijo...

Vale, ya lo había leído, pero muchas gracias, de cualquier manera, por darte una vuelta por acá.

¿Un bocado exquisito?

Pues vaya.

Nos leemos.

Aureliano.

Anónimo dijo...

Exquisito, sí, ¿por qué te sorprende?, ¿crees que es un halago gratuito?, ¿piensas, dadas las estúpidas circunstancias foriles, que quiero seducirte para el foro de Aristas? No te equivoques. Sé de alguien que le encantaría tenerte, pero a mí me interesa mucho más mi blog y algunos concursos literarios que el los putos foros cuajaditos de divos y tarados.
Por eso entré aquí, para darme la oportunidad de poner mi enlace y que me visites. ¿Y por qué?, porque valoro lo poco que he leído de tu prosa y de tus respuestas a los comentarios de otros.
Me interesa traer tipos interesantes a mis lecturas, de eso se trata.

Un abrazo, si me lo permites.

Anónimo dijo...

Aureliano:

Quiero explicarte que si no te comenté allí fue porque me decepcionó tu actitud. Siento tener que ser tan sincera. El cuento es un gran cuento, no seré tan ruin como para no decirlo, pues a pesar de reconocerme agresiva creo hallarme muy lejos de la mezquindad. [No sé si serás consciente del empujón que le di a tu nick con todas mis actuaciones, ni de los beneficios que te revertirá. (Eso son las 'miras' de las que hablaba.) Tampoco, en vista de lo visto, espero ni que me lo agradezcas.

Reitero: es un gran trabajo.
Mucha suerte, y saludos.

Jesús Chárraga Escobar dijo...

No, no, no, sería una estupidez adularme para convencerme de entrar a un foro. Si me adularan por necesidades prácticas, entonces perderían su tiempo, pues yo no sería el artista indicado, no tendría el nivel. Sería una contradicción total.

Es una pena que yo no lo pueda decir tal cual lo has dicho, por mucho que estemos de acuerdo. Es una cuestión más de maneras que de principios.

Pero en fin, dame el link de tu blog.

Quiero leerte.

Aureliano.

Jesús Chárraga Escobar dijo...

Vale, mujer, muchas gracias por los deseos.

Siento haberla decepcionado, pero usted me conoce tanto.... yo me sorprendo de su decepción.

He tenido actitudes peores.

¿Peores?

¡Albert! ¡Albert!

Gracias por la lectura.

Aureliano.

Anónimo dijo...

Bah, que me hastio leérlo de nuevo. Noto que algunos aristontos (o foris-tontos, que me gusta más) nunca leen nada. "Imagenes cinematográficas", un bufido merece semejante penuria que es, por lo demás, moneda corriente entre cualquierasea la panda chirle que toque. Y cualquiera el objeto del agravio.
Pero no quiero parecer agresivo; amable, es el tono más bien.

Yo he leído una sátira de la clase con clase. Nada nuevo entre las cosas viejas que conozco. Pero con cierta gracia.
Algo como ésto, te lo ilustro (si quieres):

¡Se fabrican sacros panes
profiriendo sacrilegios;
y hospitales y colegios
con limosnas de rufianes!

Porque siempre ha sido escoria
la razón de lo que brilla;
y peluza y arenilla
los secretos de la gloria.

Horrorícentes de veras
las acciones más gentiles.
¡Son muy necias o muy viles
las verdades verdaderas!

Almafuerte.

¿Entiendes lo que digo, lo que quiero decir?... La sociedad no ha sido nunca algo, digamos, agradable para mí. Menos esta cosa que llaman civilización, lo será, pero un "presindible accesorio" también, ¿no te parece?... Lo único importante es la realidad de un individuo y su individualismo.

Extracias aparte (de mi parte).


D.S.

Anónimo dijo...

"Extracias": autorizo a que se lea como "Extravagancias"... Entre otras cosas.

Un error (lo tiene cualquiera).

P.D.: ya me verán la cara, tú y tus amiguitos de cierto lugarejo. Pienso sumarme... En fin.

D.S.

D.S.