—Venga pa’ acá —le dije.
—Martha, ¡qué no escucha!
Entonces Martha, con los huesos duros y los muslos fríos, se untó algo pegajoso.
—¿Otra vez tú? —me dijo, todavía ungiéndose eso.
...Era diciembre; tuvimos que cerrar la ventana.
Rincón literario con pocas ambiciones de éxito
No hay comentarios:
Publicar un comentario