jueves, 27 de diciembre de 2007

A favor de la comodidad



Mi madre le teme a los vagabundos.

Hace dos semanas apareció uno en el cruce de avenida Taxqueña y avenida Tláhuac.

A diario, en el camino de mi casa a los cursos de francés, lo veía comiendo basura a puños llenos. Olía tremendamente a sudor. No llevaba camisa y tenía el pecho negro, bajo plastas increíbles de grasa seca de cerdo. Deambulaba entre los automóviles, en plena subida del nuevo puente.

Los policías que resguardan el banco de esa esquina nunca hacían nada, y no debían hacerlo. Les resultaba cómico.

Le insistí a mi madre que el señor no se metía con la gente, y menos con los automovilistas.

Pero mi madre es una persona muy terca, y yo la amo mucho.

Ayer le pedí la camioneta y le pasé por encima al drogo éste. Sentí en las llantas sus huesos.

Le marqué a mi madre y le avisé para que no anduviera de nervios.

Yo amo mucho a mi madre.

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